miércoles, 11 de enero de 2017

¿Hacemos las cosas por costumbre o tiene algún sentido hacerlas de la manera en que las estamos haciendo?


¿Nos plantemos habitualmente por qué hacemos las cosas de esa manera? ¿Solemos plantearnos si habría una mejor forma de hacer las cosas? En realidad no, no solemos cuestionarnos  el por qué, ni el cómo, ni el para qué de la mayoría de nuestras acciones, sobre todo de las rutinarias. Y es normal, natural y necesario para nuestra mente, no pensar constantemente sobre lo que ya sabemos hacer de una manera determinada. No podríamos funcionar buscando constantemente nuevas formas de hacer lo mismo. Mientras aprendemos algo, por ejemplo, aprender a conducir, estamos utilizando muchos procesos mentales, necesitamos poner toda la concentración en ello, hasta que automatizamos todos esos procesos y lo hacemos de una forma inconsciente, sin tener que pensar en ello. La resistencia al cambio, en la especie humana, también en los animales (como los monos  del experimento), es natural.  Pero también es natural y necesario el cambio para adaptarnos a nuevos entornos y situaciones.
¿Cuándo deberíamos plantearnos por qué estamos haciendo así las cosas? Esta pregunta tiene una respuesta muy sencilla: cuando queramos obtener un resultado diferente.
Y tú, ¿Qué cosas haces porque siempre se han hecho así?

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