La línea entre educar y limitar es muy sutil. Y los adultos a menudo la
sobrepasamos. Pensamos que debemos enseñar todo a los niños. Es cierto
que los pequeños tienen mucho que aprender, pero no podemos caer en el
error de pensar que nuestra manera de hacer las cosas o de ver el mundo
es más válida o, peor aún, es la única y correcta.
La función de los padres y maestros no es crear copias exactas de sí
mismos sino darles las herramientas a los niños para que puedan
desarrollar al máximo sus potencialidades. Educar es sinónimo de
enriquecer, no de limitar. La educación no consiste en llenar la mente
con conceptos y formas de hacer, sino en liberarla para que sea
realmente libre para pensar y crear.
Cada vez que regañamos a un niño porque intenta hacer las cosas a su manera y le enseñamos a hacerla como nosotros, pensando que es la única forma correcta, limitamos su creatividad.
Existen muchas formas de limitar la mente de los niños y atarla a los convencionalismos ...
Cada vez que regañamos a un niño porque intenta hacer las cosas a su manera y le enseñamos a hacerla como nosotros, pensando que es la única forma correcta, limitamos su creatividad.
Cada vez que regañamos a un niño porque ha cometido un error, le
generamos miedo al fracaso y sentamos las bases para una autoestima
negativa.
Cada vez que le ponemos una etiqueta a un niño, cortamos un pedacito de su personalidad, limitándola a las expectativas de los demás y encerrándola en una caja siempre más reducida.
Cada vez que le impedimos aprender por su cuenta y le sobreprotegemos, le impedimos desarrollar sus habilidades y, lo que es aún más importante, la confianza en sí mismo.
Cada vez que le ponemos una etiqueta a un niño, cortamos un pedacito de su personalidad, limitándola a las expectativas de los demás y encerrándola en una caja siempre más reducida.
Cada vez que le impedimos aprender por su cuenta y le sobreprotegemos, le impedimos desarrollar sus habilidades y, lo que es aún más importante, la confianza en sí mismo.
Cada vez que pretendemos que un niño siga nuestros pasos, porque
pensamos que es lo mejor para él, le arrebatamos la posibilidad de soñar
y perseguir sus propias metas.
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